Recuerda, perdona y sé feliz

Armoniza las relaciones con tus padres y tus hijos


Anne Astilleros

Los problemas de relación entre padres e hijos han sido más la norma que la excepción a través de los siglos y las distintas culturas. ¿Qué es lo que nos lleva a tener especiales dificultades cuando se trata de lidiar con nuestros progenitores? Hoy en día seguimos teniendo los mismos problemas de relación con los padres que tenían ya nuestros antepasados hace cientos sino miles de años.
¿No te parece curioso que seamos capaces de increíbles avances en campos como el científico o el artístico, pero sigamos siendo tan ignorantes en el campo emocional?

El ser humano está estancado en una continua repetición de los mismos patrones sencillamente porque se ha olvidado de quién es, de dónde viene, de quién es hijo y de a qué ha venido.
La raíz de todos los problemas de la humanidad radica únicamente en el olvido de quién es.

Recuerda-Te

Eres un ser energético que en un momento dado, a lo largo de su eterno viaje por este universo, decide hacer una parada en este planeta llamado Tierra. Tu único propósito como ser, a lo largo de tu eterno viaje universal, es el de evolucionar, es decir, iluminar tu oscuridad al experimentar felicidad. Sabías que lo lograrías pues conocías las leyes universales y sabías cómo usarlas a tu favor.

Decidido e ilusionado por continuar tu camino evolutivo, ya antes de encarnarte te haces dos solemnes promesas:

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Promesa 1: seguir evolucionando a través de tus interacciones con los otros seres humanos. Para cumplirla vas a necesitar un vehículo —un cuerpo— adaptado a las particularidades del planeta que vas a habitar.

Promesa 2: no volver a utilizar los comportamientos oscuros que ya has utilizado y experimentado en otras vidas. Para poder cumplirla y no repetir esos comportamientos que ya has experimentado y tanto daño te han causado ya en otras vidas, escoges a unos progenitores cuyos comportamientos oscuros sean los mismos que tú mismo te prometiste no volver a utilizar en esta vida.
Escoges a tus “padres” para que con sus comportamientos cotidianos te recuerden qué no hacer. Sí, has escuchado bien, he dicho “qué No hacer”.  Gracias a tus progenitores, siempre tendrías presentes esos comportamientos.

¿No te parece ahora un contrasentido criticarles o incluso llegar a odiarles? ¡Los elegiste desde tu conciencia libre para que te ayudasen! ¡Ellos iban a ser cotidianamente tus maestros!
¿No es acaso sorprendente que hagamos precisamente lo contrario? ¿Cuántas personas conoces que no imiten a sus progenitores precisamente en sus comportamientos negativos?
El hecho de que escojamos a nuestros padres físicos con esos comportamientos oscuros no quiere decir que no puedan tener otros comportamientos luminosos y admirables, simplemente quiere decir que de todos sus comportamientos los oscuros son los que te iban a ayudar a evolucionar.

Puede que te estés preguntando ¿y qué pasa con sus otros comportamientos, los “buenos”, acaso no está bien que los imite? Esos comportamientos luminosos no se los hemos copiado al humano; pertenecen a la Fuente, surgen en ti, al igual que en ellos, de la Esencia Creadora misma.

La identificación con el fabricante versus el Creador

El origen del problema es que al encarnarnos en estos cuerpos materiales nos vamos olvidando paulatinamente de quiénes somos en realidad. Por decirlo de alguna manera, es como si tu persona se olvidara progresivamente del ser que lleva dentro. Te identificas con tus progenitores y tratas de vivir tu vida en función de unas normas preestablecidas, fruto de la educación.
Al identificarnos con nuestros padres físicos nos olvidamos de quiénes somos, les conferimos una especie de “superpoderes” que en realidad pertenecen a la Esencia Creadora (nuestros Padres). De alguna manera les convertimos en nuestros “dioses”.

En lugar de verlos como son, con sus defectos y debilidades propios de la raza humana y aceptarlos y quererlos así, les exigimos una serie de comportamientos y nos creamos unas expectativas imposibles. Nos olvidamos de que ellos mismos, como nosotros, también se han olvidado de quiénes son.

La terrible decepción

Según vamos creciendo, descubrimos que los que llamamos nuestros padres no tienen respuestas para todo, que no pueden aliviar nuestro sufrimiento y sentimos una profunda decepción. Nos sentimos solos ante el peligro (fruto del olvido de quiénes somos).
Al sentirnos defraudados, los culpamos. Sentimos rabia y al mismo tiempo nos sentimos culpables por sentir rabia contra los que hemos hecho nuestros “dioses”, creándonos un círculo de malestar de difícil solución.

¿Te das cuenta de cómo podría ser la relación con tus padres y con tus hijos sin estas falsas expectativas y exigencias del ego y de la dormida sociedad?
En esta experiencia terrestre has escogido una familia temporal que te ayudase a evolucionar al permitirte la experimentación de las emociones. ¡Atrévete a recordar, perdona, perdónate y sé feliz!

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La autora es escritora, conferenciante internacional y creadora del método Egolución.



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