El cultivo de la bondad amorosa

Meditación mettabhavana o loving kindness

Dharmakirti Zuazquita

La bondad es una de las cualidades fundamentales que podemos tener y, también, una de las más poderosas. En el budismo se le conoce como metta –abrir el corazón a todo lo que encontramos–. En el interior de todo sentimiento amistoso se halla la semilla de metta, esperando para desarrollarse justo ahí, en medio de las condiciones de nuestra vida diaria.

Desde este pensamiento podemos explicar qué es la meditación mettabhavana, o loving kindness.

En pali, antigua lengua de la India, bhavana significa “cultivo” o “desarrollo”, por lo tanto mettabhavana se traduciría como el cultivo o desarrollo de la bondad amorosa.

Metta es una respuesta emocional positiva y creativa que además podríamos ampliar a conceptos/valores como amabilidad, solidaridad, tolerancia, alegría, afecto, reconocimiento, respeto, comprensión, compasión.

Buda enseñó esta práctica como un antídoto para el miedo, base de nuestro sufrimiento que se expresa en el estrés y la ansiedad con que afrontamos las situaciones adversas de la vida.

Cuando somos amables y comprensivos con nosotros mismos y los demás es más probable que podamos aprender de la experiencia, como también ser más compasivos, solidarios y apoyarnos en nuestros esfuerzos para hacer lo que haga falta.

Se suele decir que en la evolución del ser humano sobrevive “el más fuerte”, pero actualmente se está reevaluando esta concepción porque tal vez en ese proceso en verdad ha tenido un peso importante “el más amable”.

Metta no es algo romántico, no es algo rosa, ni significa fingir o ignorar los problemas que existen en el mundo o en nuestro corazón-mente. Más bien es un intento serio de imprimir un giro radical a nuestra conciencia, que se producirá en forma acumulativa y progresiva con la práctica.

Metta está relacionada con una visión de la realidad que dice que nada existe independientemente de lo otro, que toda la existencia es una vasta red de fenómenos interconectados e interdependiente, formando los unos las condiciones para la existencia de los otros. Esto atañe a todo, desde una tormenta hasta por supuesto un ser humano.

En su libro “Amor 2.0” la investigadora Barbara Fredrickson dice: “El amor es la clave para mejorar la salud mental y física, así como para alargar nuestra vida. Las investigaciones clínicas señalan que el amor (entendido no como ese sentimiento arrebatado de raíz romántica, sino como «los momentos de conexión significativa entre las personas») es capaz de producir resultados sorprendentes sobre nuestro cuerpo y nuestra psique”.

Práctica

La práctica de la meditación formal mettabahavana consta de cinco etapas. Primero desarrollamos metta hacia nosotros mismos; luego hacia buen amigo; después hacia una persona indiferente o neutra; a continuación, hacia una persona difícil o enemiga, y finalmente hacia todos los seres.

La tradición budista afirma que si bien nuestras actitudes emocionales básicas están profundamente arraigadas, cambiarlas está al alcance de todos si sabemos cómo lograrlo. Lo único que se necesita es hacer un esfuerzo continuo.

Neuroplasticidad

Como dice Richard Davidson, doctor en neuropsicología e investigador en neurociencia afectiva, “la base de un cerebro sano es la bondad y se puede entrenar”. Prueba de ello es la elevada plasticidad del cerebro –uno de los grandes descubrimientos realizados en los últimos años–, lo que significa que continuamente está adaptando y modificando su arquitectura en función de la experiencia.

Es decir, no estamos condenados al cerebro que nos ha tocado en suerte, sino que, gracias al mettabhavana y otras meditaciones como mindfulness, podemos perfeccionarlo. Como nuestro cerebro está en incesante cambio y adaptación, también podemos dirigirlo en una dirección más adecuada. Es precisamente por ello que la práctica mettabhavana y mindfulness se han comparado con una especie de “autocirugía” cerebral.

Velcro y teflón

Otro neuropsicólogo, Rick Hanson, habla de nuestro “sesgo hacia la negatividad”. Se trata de la herencia evolutiva que afecta a nuestra percepción, en concreto la mente se comporta como un radar, enfocando constantemente lo negativo o el peligro. Esto obviamente era muy útil cuando vivíamos en la selva y nuestra vida dependía de ello, pero en la actualidad nos genera muchos problemas y nos hace pasar por alto las experiencias positivas y agradables.

Concretamente se dice que el cerebro actúa como un velcro para los eventos negativos y como un teflón para los positivos. De modo que no es nuestra culpa tener esta fuerte tendencia evolutiva, pero a través de la práctica de la “bondad amorosa / mettabhavana” estamos reforzando las redes neuronales que contrarrestan esta tendencia a lo negativo, por lado, y también las actitudes hábiles, positivas y éticas, por otro. Incluso podemos pensar en estas redes neuronales como músculos que requieren un entrenamiento disciplinado y constante. Por esta razón es importante meditar regularmente.

En definitiva, como dice Ramón y Cajal, notable científico español y premio Nobel de Medicina, “todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro“. Nunca ha sido más acertado en el caso de la milenaria práctica de mettabhavana.


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El autor es director de Respira Vida Breathworks y Master en mindfulness por la Universidad de Zaragoza.
MBPM Senior Teacher Trainer de profesores de mindfulness y compasión en Europa y Latinoamérica.
Miembro ordenado en la Comunidad Budista Triratna Internacional.
Miembro cofundador de la Red Española de Programas Estandarizados de Mindfulness y Compasión.
Participante en el VIII Congreso Mediterráneo de Yoga en Valencia.



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